¿Será que el término “discipulado” es solo otro eslogan católico que se ha puesto de moda?
Aunque exista un mayor énfasis en el discipulado hoy en día, algunos dirigentes parroquiales admiten que no tienen una comprensión muy clara de lo que es exactamente el discipulado y cómo este tema pueda tener un impacto en el ministerio catequético. Incluso algunos se preguntan si no será otra tendencia pasajera. Así como me comentó un dirigente parroquial recientemente, “¿El discipulado?... Ah pues es una de esas palabras católicas que están de moda ahora…. Dentro de unos años, ya ni se dirá…. Así que voy a seguir haciendo lo que he estado haciendo.”
Parte del problema quizás sea que no se ha comunicado una visión consistente del discipulado. Las parroquias, apostolados o dirigentes diocesanos particulares a menudo inventan cada uno su visión sobre el discipulado. Pero, dada la importancia de este tema, imagínese si todos estuviéramos en la misma sintonía al ofrecer una visión del discipulado conformada de verdad por la Palabra de Dios. ¿Y si ofreciéramos a los dirigentes parroquiales un panorama más robusto del discipulado – uno que fuera fundamentado en el ministerio público de Jesús y enraizada en las enseñanzas de la Iglesia sobre la catequesis? Como veremos, esta emocionante visión bíblica del discipulado les equiparía a los trabajadores de la pastoral con un marco poderoso para la evangelización y la profundización de la relación que tiene el pueblo con Cristo.
El discipulado: su sentido bíblico
En el mundo del primer siglo en el que habitaba Jesús, ser discípulo se trataba de una sola palabra clave: imitación. Cuando un discípulo seguía a un rabino, el objetivo no era tan solo adquirir un dominio de las enseñanzas del rabino, sino también imitar su estilo de vida: la forma en que oraba, estudiaba, enseñaba, atendía a los pobres y vivía su relación con Dios cotidianamente. El mismo Jesús decía que cuando el discípulo esté plenamente formado, “será como su maestro” (Lc 6:40). Cuando San Pablo formaba a sus propios discípulos, les exhortaba que no recordaran solamente sus enseñanzas, sino que siguieran su forma de vivir: “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Cor 11:1).
Aunque la palabra griega ‘discípulo’ (mathetés) significa ‘aprendiz’, el discipulado bíblico era algo muy distinto del aprendizaje que se da en el salón de clases hoy en día. En un campus universitario, lo más común es que el profesor dé clases a los estudiantes en una gran aula; los estudiantes toman apuntes, y más adelante durante el semestre se les hace un examen sobre lo que trataron las clases. Sin embargo, por lo regular no existe una relación personal continua, ni una convivencia entre el profesor y el estudiante en el ámbito universitario actual.
Seguir un rabino, no obstante, significaba vivir con el rabino, compartir los alimentos con él, orar con él, estudiar con él, y tomar parte en la vida diaria del rabino. La vida de un rabino debía de ser el ejemplo vivo de una persona conformada por la Palabra de Dios. Los discípulos, por lo tanto, estudiaban no solo el texto de la Sagrada Escritura, sino que también el “texto” de la vida del rabino.
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