The Catechetical Review - Communicating Christ for a New Evangelization

Los tres papeles de los catequistas laicos: El catequista de parroquia

Authored by Dr. Gerard O'Shea in Issue #4.1 of Catechetical Review
Llegué al papel de catequista parroquial en una fase ya muy avanzada de mi carrera. Durante toda mi vida adulta, me había desempeñado como profesor en una escuela católica y una parte de mi vocación incluía ser responsable de la catequesis. Desde la edad de veinticinco años, también había ejercido la responsabilidad catequética principal con nuestros propios hijos. Con tal peso de la experiencia, creía que trabajar con el programa catequético de la parroquia no sería demasiado retador. Quienquiera que haya trabajado en este apostolado reconocería cuán equivocado estaba. El contexto parroquial es totalmente único ya que los estudiantes con quienes nos encontramos enfrentan retos muy distintos sin el apoyo de una comunidad escolar. El catequista parroquial es también sujeto a expectativas extraordinarias y demandantes. Mientras que el padre de familia y el maestro de escuela católica tienen cierto grado de "control" sobre las circunstancias en las que se transmite la catequesis, esto no es el caso de los programas parroquiales con los que estoy familiarizado. A menudo los estudiantes asisten de mala gana; habiendo ya pasado el día completo en el aula de escuela, distan de llegar en estado receptivo. En algunos casos, los papás de ellos tampoco dan mucho apoyo, y a veces incluso son injustamente críticos. De hecho, fue en el marco de la catequesis parroquial que escuché por primera vez aquellas temidas palabras: "Solo voy a dejar que mi hijito pruebe esta clase; si le gusta, se puede quedar." Por lo visto, si el catequista no está "a la altura", se le privará al niño del tesoro más rico que se le puede ofrecer al ser humano: la proclamación del Evangelio de Jesucristo. ¿Cómo sobrellevar circunstancias como éstas? Para el catequista nuevo, es tentador intentar ser "emocionante" e "interesante" - para rápidamente quedar agotado. En última instancia, este enfoque fracasa porque la vocación de catequista parroquial nos trae cara a cara con la cruda realidad que hay un solo regalo que vale la pena dar: Jesucristo. El catequista de parroquia, primero y ante todo, es testigo de Cristo. Vale la pena recordar las palabras del Beato Pablo VI en su encíclica, Evangelii Nuntiandi: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan - decíamos recientemente a un grupo de seglares - o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio"[1]. Ningún programa y ningún recurso, no importa lo superlativo de la elaboración, puede reemplazar al catequista enamorado de Dios. El vivo ejemplo de esto es San Juan Vianney, cuyas lecciones catequéticas atraían todos los días a cientos de personas de todas las esferas sociales, y no solamente a los niños de la parroquia.

The rest of this online article is available for current subscribers.

Start your subscription today!


This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

Articles from the Most Recent Issue

The Spiritual Life— Being Reconciled with God
By Fr. Dominic Scotto, TOR
Christian writings between the apostolic age and the third century are extremely rare. At the turn of the first century AD, both Pope Clement of Rome and St. Ignatius of Antioch underscore the jurisdiction possessed by bishops over the forgiveness of sins. For most in those early years of Christianity, sin and repentance were simply accepted as a... Read more
Teaching Like Jesus: Using Parable to Explain the Faith
By Olivia Spears
My children love stories. Our days are dotted with stories from the Bible, lives of the saints, fairy tales, biographies, Shakespeare, literature, and history. They retell them to their dad around the dinner table, act them out in the backyard, and make connections between the story and their own lives, even weeks later. They ask to read beloved... Read more
“Porn Shows Not Too Much, but Too Little”: Pornography versus Theology of the Body
By Colin and Aimee MacIver
As tears filled his eyes and his voice broke, the 16-year-old sophomore told me, “I just can’t see her the way she deserves to be seen.” He meant his girlfriend, about whom he cared deeply. His compulsion to consume pornography was sabotaging his ability to love her. Once hidden and socially condemned, porn is now ubiquitous and normalized. The... Read more

Pages